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suelo negro y desigual, semivuelto hacia la entrada de la boca. Un techo
azabache quedaba a menos de seis metros por encima de su cabeza.
Los plasmoides estaban allí. Los rayos luminosos del traje juguetearon por las
filas densas y movibles: cuerpos achaparrados y sinuosos, inmensidades que
reptaban por el techo, miembros informes y mandíbulas abiertas, semejantes a
las fauces de un cascanueces.
Algo seguía ardiendo todavía bajo el fuego blanco de sus pistolas. Los más
próximos quedaban a diez metros de distancia.
Allí se quedaron. No se acercaron más.
Hizo girar el traje lentamente, apartándolo de la entrada. El anillo la
circundaba, se había cerrado. Pero no se aproximaba, Repulsivo había creído
que lo podría realizar.
Ella le preguntó, mentalmente:
- ¿Por dónde?
Obtuvo la sensación de dirección, giró el traje un poco más y empezó a
resbalar hacia adelante. Las filas que tenía enfrente no cedieron, pero si
descendieron. Las que podían bajar. Algunas estaban construidas para ese
movimiento. El traje rebotó suavemente contra una masa enorme y un ojo azul
pálido de unos quince centímetros se la quedó mirando durante un momento
mientras ella lo circundaba.
- ¿Para qué los ojos? - Preguntó con brevedad algo en lo más hondo de su
mente. Miró a la pantalla visora trasera del traje y vio que los que habían
descendido volvían a subir, mezclados con los que se agrupaban tras ella. ¡A
diez metros de distancia!
Repulsivo lo estaba realizando.
Hasta ahora no se veían armas. Si ellos recurrían a las armas, la misión de
resistir sería cosa suya y del traje. El rey plasmoide quizá estuviese
lamentando ya en estos momentos haber desperdiciado su material humano
experimental. Aunque en realidad no podía considerarse desperdiciado; quizás
estuviese incorporado en el género que venía agrupado tras ella y que
continuaba apareciendo por delante.
Techo negro, suelo negro parecían extenderse de manera infinita. Mantuvo el
traje marchando despacio en la misma dirección. Por fin los rayos captaron
unas bajas paredes enfrente, convergiendo en el punto hacia el que el traje
resbalaba. En este vértice parecía existir un pasillo estrecho.
Los cuerpos plasmoides lo atestaban.
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El traje los fue sacando uno a uno, sus pinzas de acero cebándose en las cosas
que no parecían más blandas que su propio material. Pero tenía potencia con la
que trabajar y los plasmoides, de momento, carecían de ella. Detrás de los que
apartaba se veían de vez en cuando retazos de un rápido movimiento ondulante
de gigantescas formas agusanadas rojas, sellando el pasillo. Al cabo de un
rato, dejaron de agitarse cada vez que el traje regresaba a su tarea y
comenzaba la ondulación de nuevo cuando éste se retiraba, arrastrando consigo
otro cuerpo plasmoide.
Luego el traje comenzó a deslizarse por encima de un caos inmovilizado de
rojos cuerpos de gusano. Y allí estaba el extremo cerrado del pasillo.
El material estaba todavía blando. Las armas lanzaron sus fogonazos, mordieron
en él, se lo comieron, arrancándolo, su brillantez reflejándose sobre el
traje. La porción sellada cedió
antes de que lo hiciese el traje. Penetraron por el agujero y salieron en...
No sabía a dónde habían salido. Era como una bruma de oscuridad, haciéndose
más espesa mientras seguían avanzando y deslizándose. Los rayos de luz
parecían apagarse. Luego continuaron su marcha como si se hubiesen visto
interrumpidos por sí mismos, se hubiera cortado la energía Eléctrica que
permitía su encendido.
En la oscuridad, tocó con los dedos los controles luminosos y se dio cuenta de
que estaban funcionando.
-¡Repulsivo! - Gritó mentalmente.
Repulsivo no podía ayudarla con la oscuridad. Percibió la sensación de
dirección. La negrura parecía empaparse detrás de sus ojos. Mantuvo con
firmeza el acelerador entre sus dedos, resbaladizos por el sudor y ésa era la
única manera que podía decir que seguían avanzando.
Al cabo de un rato, tropezaron suavemente contra algo que no era una pared,
resultaba muy grande, aunque al principio no estuvo segura de que no fuese un
muro. Lo recorrieron durante un cierto tiempo, luego llegaron a su final y
continuaron marchando otra vez en la dirección adecuada.
Parecían estar ahora en un pasadizo, bastante estrecho. De vez en cuando
tocaban las paredes y el techo. Creyó que descendían.
Delante de ella había una imagen. De pronto se dio cuenta de que la había
estado contemplando durante algún tiempo. Pero no fue hasta este instante que
se percató en realidad de su presencia.
La bestia era grande, fuerte y colérica. Bramaba y gritaba, temblando y
cubriéndose de espuma. No podía verla con demasiada claridad, pero tuvo la
impresión de locura, de ojos fijos y de un ansia terrible de aplastar y
destruir.
Pero algo la retenía. Algo la mantenía segura y firmemente, impidiendo sus
ataques. Se alzó
ahora una vez más, una enormidad espesa, roquiza y cayó con estrépito sobre
sus rodillas.
Luego se volcó de costado.
Los rayos del traje siguieron iluminando. Trigger apretó los ojos con fuerza,
cegada por el resplandor que le devolvían las negras paredes a su alrededor.
Luego sus dedos recordaron el botón adecuado y disminuyeron las luces. Tornó
abrir los ojos y se quedó mirando
durante un largo instante a la gran forma gris momificada que estaba ante una
de las paredes negras.
- ¿Repulsivo? - Preguntó con su cerebro.
Repulsivo no contestó. El traje pendió tranquilo en la enorme cámara negra. No
recordaba haberlo detenido. Lo giró ahora despacio. Habían ocho o nueve
pasillos que salían de allí, a través de las paredes, del techo, del suelo.
-¡Repulsivo! - exclamó plañidera.
Silencio.
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Miró de reojo una vez más al rey plasmoide apoyado contra la pared. También
estaba en silencio. Y era como si los dos silencios se cancelasen mutuamente.
Recordó la última sensación de moverse hacia abajo y alzó el traje hacia un
pasillo que cruzaba el techo. Se quedó colgando ante él, meditando. Muy arriba
y abajo en la oscuridad, una luz brillante relució de pronto, desapareció y
torno a destellar. Algo venía por el pasadizo, rápido...
Su mano saltó a por la empuñadura de la pistola. Luego recordó otro botón y
puso en funcionamiento el comunicador del traje. Una voz pareció rodearla.
-¡Trigger, Trigger, Trigger! - Sollozaba.
-¡Gorila! - Gritó ella -. ¿No estás lastimado?
CAPITULO XXIX
El jardín de Mantelish, en las montañas al sur de Ceyce, tenía cierto renombre
por todo el
Hub. Le había sido regalado al profesor veinticinco años atrás por los
habitantes de otro mundo de la Federación. Esos habitantes, por descuido,
permitieron que una terrible plaga de cierta especie fuese importada y el
apropiado desinfectante les salvó en el último momento, un desinfectante
creado con toda rapidez por Mantelish, quien en persona hizo la entrega. En
compensación, logró satisfacer la ambición de toda su vida... poseer su propio
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