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La inesperada indisposición de mi compañero, me obliga a realizar el largo y, ahora,
solitario trayecto hasta llegar a la estación meteorológica, la más septentrional del país,
a unos ciento cuarenta kilómetros de ningún sitio. No es aconsejable llevar a cabo esta
clase de recorrido sin compañía, son zonas muy aisladas y alejadas de cualquier
presencia humana.
Cargo una parte de las provisiones en mi trineo, el resto, las dejo encargadas y
pagadas para que las transporte mi compañero cuando finalice su periodo de
convalecencia. No hace falta que intente transportarlas yo sólo, tampoco podría hacerlo.
Después de ver cargado el trineo, creo que me he equivocado en mi estimación. No es
suficiente el volumen que he tomado, el tiro de seis perros va a ir muy sobrado de
fuerzas durante el camino. Mi compañero se encontrará en la misma situación; las
provisiones son muy exiguas.
Llevo un par de horas de viaje y está transcurriendo tranquilo, sin novedades. Los
perros marchan frescos y descansados. Avanzo sobre el inmaculado manto de nieve,
emborronando su lisa superficie con las huellas producidas por los animales y las líneas
paralelas grabadas por los esquís.
Aprovecho para disfrutar del paisaje que, en su blancura omnipresente, se ve
interrumpido por alguna que otra agrupación dispersa de coníferas, las cuales, no llegan
a la categoría de bosque, pero con el color oscuro de sus troncos, rompen gratamente
la blanca monotonía del entorno.
Con el rostro completamente cubierto para evitar que el aire helado corte la piel, grito
con energía al tiro de perros para animarles en su tarea y llegar lo antes posible a mi
destino, de hecho, perdí demasiado tiempo en el viaje de ida y en mi estancia en el
poblado.
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Lientera de Relatos El gran lobo
Prosigo toda la jornada avanzando a buen ritmo y, la poca carga ayuda a que el trineo
se deslice por el terreno como si flotase sobre una balsa de aceite, veloz como el velero
en un día de mar en calma impulsado por viento en popa.
Debo tener mucha precaución en los virajes por culpa de las condiciones y el estado del
terreno. Los caminos y senderos están cubiertos de nieve blanda y es muy engañosa. A
esta velocidad, si pillo durante un giro una pequeña hondonada o desnivel, podría sufrir
un accidente volcándose el trineo y desparramándose toda la carga.
Comienza a nevar copiosamente, una densa cortina de copos blancos caen a mi
alrededor interponiéndose en mi camino.
¡Esto va a dificultar la marcha!.
Sería aconsejable llegar hasta la falda de la montaña para improvisar un buen lugar de
abrigo donde guarecerme. Unas nubes espesas cubren, más aún, el cielo, presagiando
una fuerte tormenta. La nevada arrecia, tiene pinta que va a ser intensa y, para hacerle
compañía, una ligera ventisca adquiere, poco a poco, más ímpetu.
Las cosas van de mal a peor. He de darme prisa y hallar un buen cobijo donde
descansar hasta que amaine el tiempo. La visibilidad ha quedado muy reducida y, para
completar mi mala estrella, todavía me encuentro en un tramo difícil del trayecto.
Extremo las precauciones, mi visión es prácticamente nula. Centro mi atención
exclusivamente en la zona nevada que va apareciendo frente a mis ojos, quiero evitar
despistarme y chocar contra algún árbol. No puedo proseguir durante mucho más
tiempo sin prácticamente visibilidad, he de tomar una decisión&
Me introduciré entre los árboles y acamparé improvisadamente en medio de ellos. Será
más fácil para montar algo y pasar la noche protegido al amparo del calor que despiden
los perros.
El aire está ionizado por la tormenta, esto afecta al estado de ánimo de los perros, los
irrita especialmente haciéndoles correr inquietos y nerviosos; a ellos tampoco les hace
gracia estar a la intemperie, con condiciones atmosféricas tan adversas. Corren deprisa
y un poco alocados en un intento inconsciente por huir de allí.
Grito a los perros para que aflojen la marcha y se detengan, pero la ventisca se lleva
mis palabras y no llegan a sus oídos.
Tiran demasiado fuerte, a causa de la carga, el trineo se está yendo de lado, casi no
puedo enderezarlo. ¡Voy a volcar!.
Lucho desesperadamente por mantener la estabilidad y no salirme. Arqueo mi cuerpo
inclinándolo hacia el lado contrario para equilibrar la inercia del giro. Hago fuerzas con
las muñecas intentando compensar la deriva. Lo estoy consiguiendo, casi lo he
corregido &
¡Tlock!. Un golpe seco sonó. No sé ni cómo, ni por qué, pero soy despedido y
catapultado fuera de los apoyos. Tras el fuerte impacto, quedo tirado sobre la nieve.
Permanezco inmóvil e inconsciente.
El trineo impulsado por el tiro de los perros y libre del peso del conductor, continúan
avanzando sin detenerse. Los animales no necesitan la voz de su amo azuzándoles
para proseguir su camino; simplemente continúan su marcha.
Vuelvo en mí, tengo la cara completamente acartonada por culpa del frío. Abro
lentamente los ojos, poco a poco, me pregunto con extrañeza, qué hago aquí en el
suelo.
¡No recuerdo qué ha pasado!. Iba guiando mi trineo, marchaba demasiado deprisa, los
perros corrían nerviosos, se me estaba yendo de lado y& , de repente, me encuentro
tirado en el suelo, sin rastro de los perros ni del trineo.
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Una sensación de aturdimiento y confusión me envuelve. ¡Uhhh!. Me duele mucho la
cabeza. El resto del cuerpo está completamente entumecido. No sé cuánto rato he
permanecido en el suelo, pero ha permitido que el frío me calase hasta los huesos. ¡He
de moverme pronto para entrar en calor!.
Estoy cubierto por una fina capa de helada nieve. Ésta no ha dejado de caer durante
todo este tiempo.
Mi cuerpo está dolorido, no sé si me habré fracturado algo. Temeroso, de lo peor, doy
órdenes de movimiento a mis miembros: primero, un brazo, después, el otro, a
continuación, una pierna y, finalmente, la otra, no parece que me haya roto nada en la
caída. ¡Oooh!& ¡La cabeza!& , me mareo un poco, se me va cuando intento
incorporarme.
Me duele el lado derecho de la frente, la toco y descubro una brecha abierta encima de
la ceja. Miro al suelo y distingo, claramente, una mancha rosada; es mi propia sangre
mezclada con la nieve. El golpe debe haber sido mayúsculo, absorto como estaba por
no volcar, ni siquiera vi venir la rama. Fue una imprudencia no percatarme que me
estaba aproximando demasiado a los árboles.
Finalmente consigo incorporarme con evidente torpeza. En un intento por orientarme,
miro a mi alrededor, todo es muy confuso. No distingo nada, sigue nevando.
Como consecuencia del golpe en el lado derecho, por ese ojo veo algo borroso, hecho
que no contribuye a darme ánimos. En cualquier caso y, aplicando el sentido común, yo
venía procedente de campo abierto, sólo tengo que seguir las huellas del trineo en la
dirección opuesta, adentrándome en la espesura de los árboles. He de apresurarme
antes que la intensa nevada consiga disimular, completamente, las marcas de los
esquís y no pueda seguir su pista.
Confío en que los perros se hayan detenido pronto, no estaba en condiciones de
caminar por mucho tiempo. No tenía ni idea de la forma en que habrían reaccionado los [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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