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estrictamente paralela y un mobiliario similar, Ingrid y el barman estaban sexualmente
ocupados, casi recreando aquellos tristes retazos de su pasado sentimental.
Una nube se interpuso ante la luna, oscureciéndola. Allí fuera el perímetro del espejo
del tiempo se estremeció violentamente cuando una brisa repentina sopló sin surgir de
ningún sitio en particular, y animó las corrientes del cielo en un movimiento circular. Jake
parpadeó. ¿Podía ser una ilusión óptica, como un oasis traicionero en un desierto cuando
los sentidos están embotados por la sed y la necesidad es urgente? Volvió a mirar de
soslayo, tratando de identificar algo allá lejos, en el mar. ¿Debía despenar a Hugo? Miró
una vez más, tras haberse frotado los ojos cansados. Extrañas figuras parecían estar
moviéndose por detrás de la nube, enmarcadas en el cielo como espectros
fantasmagóricos y evanescentes. Se apresuró a despertar a Hugo. Cuando regresaron
ambos al punto de observación ante la ventana, aquella nube anormal se había
desvanecido, y la luna había recuperado de nuevo su posición dominante. Todo volvía a
ser normal.
Hugo miró a Jake inquisitivamente.
Un timbre sonó abajo, en el vestíbulo del hotel.
Una nueva llegada.
Jake se estremeció. Sostuvo la mirada fija de Hugo y dijo:
Socorro. Me siento como un prisionero en una historia de fantasía.
Sólo es una coincidencia le tranquilizó Hugo, regresando al calor de la cama y a
las sábanas arrugadas.
A la mañana siguiente Jake se despenó tarde. Hugo ya había bajado a desayunar, y le
dio una palmada cuando regresó a la habitación, sacándole de su estado de soñolencia.
Su primer pensamiento al escuchar el ruido de la puerta al cerrarse fue el hacerle salir de
un sueño recurrente en el que veía su vida como un mosaico de mujeres pasadas, futuras
e imaginadas. Pensó entonces que debía llamar inmediatamente a su casa, hablar con los
niños, asegurarles que no se trataba de nada personal, que llegaba un día en la vida de
uno en que se tenía que escapar a otro mundo, aunque sólo fuera temporalmente.
Mientras terminaba de despenarse a través de capas de conciencia, y se desembarazaba
de los últimos vestigios del sueño, se preguntó si su esposa estaría en bragas en el
momento de coger ansiosamente el auricular. La voz de Hugo desmoronó la irrealidad de
sus pensamientos.
Es una mujer. Ha llegado esta noche.
Oh murmuró Jake.
Procede de alguna parte de Escandinavia. No puedo pronunciar su nombre. Al
parecer, trabajaba en una agencia de viajes. Ha viajado toda la noche para llegar aquí.
Tiene un cuerpo hermoso.
El tampoco logró captar su nombre, su acento era demasiado espeso, y hablaba muy
rápidamente.
En casa estaba comprometida con un hombre casado y nuestra relación empezaba a
ir mal, ya sabéis. En realidad, no fue por culpa mía, pero he tenido mala suerte, y las
cosas nunca me salen como debieran. Él era demasiado posesivo. Amenazaba con
asesinar a su esposa en un accidente de coche simulado y escapar conmigo. De modo
que yo fui la primera en escapar.
Una estrella de rock and roll, el cantante principal de un grupo de metal, la convirtió en
un simple pasatiempo. Ella se sintió desilusionada; había otras muchas jóvenes bonitas
en el camerino, pero la actuación de él en la cama fue perezosa y nada entusiasmante.
Estaba constantemente drogado con una sustancia ilegal u otra, y su conversación
postcoital demostró ser más interesante que su forma de hacer el amor. Le había
confesado cómo, dos años antes, en una gran ciudad de América del Sur donde el grupo
había tocado en la plaza de toros local, le habían presentado a una hermosa mujer de la
alta sociedad que demostró ser una verdadera bruja. Celosa del poder que, sin quererlo,
le proporcionaba su música sobre las grandes multitudes, le había robado en un momento
lo que, según ella, era su magia. Ella había muerto al día siguiente, de un disparo en el
ojo derecho efectuado por un esposo norteamericano celoso llamado McGuffin que la
había confundido con su esposa; al parecer, llevaba un vestido Karl Lagerfeld similar al de
la mujer adúltera (aunque sólo era una copia). Desde entonces, la estrella del rock había
perdido el cansina que atraía a las multitudes a las plazas de toros para asistir a sus
conciertos; sus discos ya no se vendían como antes, y se mofaba de las chicas jóvenes
con actitudes retorcidas y calculadas, y amansaba los locos ritmos aéreos hasta
convertirlos en una danza de fácil y natural abandono.
Mientras la mujer rubia contaba su historia, Jake trató de recordar los rasgos de
Agnetha Eklander, y ya no estuvo seguro de si se trataba de ella o no. La mujer llevaba
una camiseta propagandística, demasiado ancha a causa de los excesivos lavados, por lo
que la forma de su cuerpo seguía siendo un secreto.
Ella había seguido al cantante de rock, siguió contando, hasta el final de su gira de
despedida, y a continuación se unió a él en una granja en el campo, donde él intentaba
investigar los cantos antiguos, con la esperanza de descubrir una forma de volver a captar
la antigua magia, y de desembarazarse de su congoja, viniera ésta de donde viniera. Fue
entonces, siguió explicando, cuando oyó hablar por primera vez de los juegos del Newsky
Prospekt, y particularmente de la expedición al otro lado de la muerte. El cantante de rock
creía que su magia, como la de Eurídice, se hallaba atrapada al otro lado, cautiva de
algún conjuro malévolo. Mientras avanzaba en su investigación, la abandonó más y más,
y ella se pasaba la mayor parte de los días probándose las ropas del enorme
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