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aquellos cerebros privilegiados disponían de toda clase de material electrónico; en cuanto
decidieron hacerlo, sólo tardaron unas horas en montar un aparato emisor capaz de
alcanzar Tierra..
Lo que nos salvé fue un viajero que creía que Luna debía ser libre. Intentó telefonear a
Adam Selene, pero sólo pudo hablar con una de las mujeres de los niveles C y D que
habíamos destinado al servicio telefónico, ya que a pesar de la petición de Mike, medía
Luna trataba de ponerse en comunicación con Adam Selene después de aquella emisión
por video, para formularle toda clase de peticiones o decirle cómo tenía que llevar a cabo
su trabajo.
Después de casi un centenar de llamadas desviadas hacia mí a causa del celo
excesivo de una camarada de la compañía telefónica, establecimos aquella brigadilla
femenina. Afortunadamente, la camarada que recibió aquella llamada intuyó que en aquel
caso concreto no era de aplicación la consigna de desalentar a los comunicantes con
buenas palabras: me telefoneó a mí.
Unos minutos más tarde, Finn Nielsen y yo, acompañados de varios fusileros, nos
dirigimos a la zona del laboratorio. Nuestro informador no se había atrevido a dar su
nombre, pero me había dicho dónde podía encontrar el transmisor. Les sorprendimos
transmitiendo, y sólo la rápida intervención de Finn evitó que se produjera una carnicería:
sus muchachos no se andaban con chiquitas. Pero no queríamos «dar un escarmiento»;
Finn y yo lo habíamos decidido por el camino. Resulta difícil asustar a los científicos, sus
mentes funcionan de otra manera. Con ellos, había que utilizar otros métodos.
Destrocé a patadas el transmisor y le ordené al Director que reuniera a todo el mundo
en el comedor y pasara lista del personal... cerca de un teléfono. Luego hablé con Mike,
obtuve de él unos nombres y le dije al Director:
- Doctor, me ha dicho usted que todos estaban presentes. Pero encuentro a faltar a
éste, y a éste, y a... - siete nombres en total -. ¡Tráigalos aquí!
Los terráqueos que faltaban habían sido avisados, pero se habían negado a interrumpir
lo que estaban haciendo: típicos hombres de ciencia.
Luego hablé, con los lunáticos a un lado de la sala y los terráqueos en el otro. A los
terráqueos les dije:
- Hemos querido tratarles a ustedes como huéspedes. Pero tres de ustedes han
intentado, y quizás conseguido, enviar un mensaje a Tierra.
Me volví hacía el Director.
- Doctor, puedo registrar a fondo todos los laboratorios, todas las estructuras de la
superficie, todos los rincones, y destruir todo aquello que pueda ser utilizado para
construir
un transmisor. Soy especialista en electrónica y conozco la amplia variedad de
componentes que pueden ser convertidos en transmisores. Supongamos que destruyo
todo lo que pueda servir para ese propósito y que, además, para no correr ningún riesgo,
aplasto todo lo que no entiendo. ¿Qué pasará?
Por su expresión se hubiera dicho que estaba a punto de matar a su hijo. Palideció.
- Eso interrumpiría todas las investigaciones... destruiría datos de un valor
incalculable... ¡representaría una pérdida de miles de millones de dólares!
- Exactamente. Podría llevarme todo ese material, en vez de aplastarlo, y dejar que se
las arreglaran ustedes como pudieran.
- Los efectos serían casi los mismos, Gospodin. Debe usted comprender que cuando
se interrumpe un experimento...
- Lo sé. Hay otra solución más simple: llevarles a todos ustedes al Complejo e
instalarles allí, en los barracones que ocupaban los Dragones. Pero eso también
arruinaría los experimentos. Además... ¿de dónde es usted, Doctor?
- De Princeton, Nueva Jersey.
- ¿De veras? Lleva aquí cinco meses y no dudo que ha estado haciendo ejercicio y
llevando pesos. Doctor, si hiciéramos eso, no volvería usted a ver Princeton. Si le
trasladamos a usted, le mantendremos encerrado. Se irá ablandando. Y si el estado de
emergencia se prolonga mucho, acabará usted siendo un lunático, le guste o no. Y lo
mismo les ocurrirá a todos sus colaboradores.
Uno de los científicos se adelantó: uno de los que se habían negado a acudir a la
primera llamada.
- ¡No puede usted hacer eso! ¡Va contra la ley!
- ¿Qué ley, Gospodin?¿La que rige en su ciudad natal? - Me volví hacia Nielsen -. Finn,
muéstrale la ley.
Finn avanzó unos pasos y apoyó el cañón de su rifle contra el estómago del hombre.
Su dedo índice empezó a apretar el gatillo... con el seguro puesto, me di perfecta cuenta.
- ¡No le mates, Finn! - dije. Y continué -: Eliminaré a este hombre si eso es lo que hace
falta para convencerle a usted. De modo que tengan mucho cuidado con lo que hacen. Si
cometen otra tontería, perderán todas sus posibilidades de regresar a Tierra... y
arruinarán todos sus experimentos. Doctor, le hago responsable del comportamiento de
sus colaboradores.
Me volví hacia los lunáticos.
- Tovarich, obligadles a portarse bien. Estableced vuestro propio sistema de vigilancia.
No contemporicéis con los terráqueos. Si tenéis que eliminar a alguno, no vaciléis. - Me
volví al Director -. Doctor, cualquier lunático puede ir a cualquier parte en cualquier
momento... incluso al dormitorio de usted. Sus asistentes ya no son sus jefes en lo que
respecta a la seguridad; si un lunático decide seguirle a usted o a cualquier a un W. C., no
discuta; podría ponerle nervioso.
Me volví hacia los lunáticos.
- ¡La seguridad ante todo! Cada uno de vosotros trabaja para algún terráqueo:
¡vigiladle! Distribuid la tarea entre todos y no omitáis nada. Vigiladles tan de cerca que no
puedan construir una ratonera, y mucho menos un transmisor. Y si las necesidades del
servicio de vigilancia afectan a vuestro trabajo, no os preocupéis; vuestro salario será el
mismo.
Pude ver sonrisas. Un puesto de ayudante de laboratorio era el mejor empleo que un [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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